Nos abstenemos de coger las motos al segundo día. Ciegos desde las 10 de la mañana seguramente debido al Dom Perignon que servían como postre en el desayuno.
Como auténticos señores y damas, y como nos merecemos, compramos una muy buena botella de vino y con las copas de cristal en la mano montamos una fiesta... que se nos va de las manos. Al poco rato la calle está llena de carrozas con música y un montón de colegas. Coincidencia?? No lo creo!!!
Hay pollos bicéfalos por todas partes, Lo que impone allí realmente es la policía, una de cuyas intervenciones pudimos observar en directo, mientras manteníamos vigilado a uno que parecía ser miembro de la Stasi.
Una extraña señal que, a día de hoy no consigo entender:
Realmente es un placer ver nuestra bandera fuera de las fronteras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario