Vienen los colegas, algunos desde el otro lado del Atlántico, hace un tiempo estupendo y decidimos ir al Moncayo para compartir el encuentro desde lo alto.
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La ruta habitual está cortada, saltamos la primera barrera, pero al otro lado de la segunda están las máquinas asfaltando. Decidimos buscar alternativa para no llenar las nuestras de alquitrán caliente.
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Hay claroscuros de sombras que producen los árboles teñidos de los contrastes del otoño.
El firme es bueno, y la intermitencia del sol hace que parezca todo muy luminoso. Detrás de mí escuchaba a ratos a alguien muy contento cantando jotas.
Antes de llegar al Santuario están los ya cortos 100 metros malos, pero por supuesto los hacemos sin bajar de las máquinas.
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Demostración de que LaScivia es merecedora de su nombre.
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La bajada, después de una larga sobremesa compartiendo recuerdos de todo el tiempo que ha pasado manteniendo la amistad en la distancia.
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Nos dirigimos hacia Añon, y después de hacer otra parada amistosa en el pueblo de calles escarpadas como una montaña rusa no espera otra sorpresa: encuentro fortuíto en la carretera con Tote, que nos ayuda a arrancar una de las motos a patada... sin bajarse de la suya!!
Como despedida quedamos emplazados a visitar la tierra del visitante, que nos deja leyendo "Meridiano de sangre", de Cormac MacArthy, como si quisiera avisarnos de lo que nos espera...
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