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13/11/10

Haciendo la visita al Moncayo

Vienen los colegas, algunos desde el otro lado del Atlántico, hace un tiempo estupendo y decidimos ir al Moncayo para compartir el encuentro desde lo alto.

La ruta habitual está cortada, saltamos la primera barrera, pero al otro lado de la segunda están las máquinas asfaltando. Decidimos buscar alternativa para no llenar las nuestras de alquitrán caliente.
El caminito hacia la montaña donde se fabrica el cierzo es encantador.
Hay claroscuros de sombras que producen los árboles teñidos de los contrastes del otoño.
El firme es bueno, y la intermitencia del sol hace que parezca todo muy luminoso. Detrás de mí escuchaba a ratos a alguien muy contento cantando jotas.

Antes de llegar al Santuario están los ya cortos 100 metros malos, pero por supuesto los hacemos sin bajar de las máquinas.
El sol calienta bastante para la época que estamos, el aire es templado. Mientras nos tostamos un poco vemos varias lagartijas aún muy activas.

Demostración de que LaScivia es merecedora de su nombre.
Cinco minutitos antes de entrar en el Santuario para degustar viandas propias de la tierra.

La bajada, después de una larga sobremesa compartiendo recuerdos de todo el tiempo que ha pasado manteniendo la amistad en la distancia.

Nos dirigimos hacia Añon, y después de hacer otra parada amistosa en el pueblo de calles escarpadas como una montaña rusa no espera otra sorpresa: encuentro fortuíto en la carretera con Tote, que nos ayuda a arrancar una de las motos a patada... sin bajarse de la suya!!
Como despedida quedamos emplazados a visitar la tierra del visitante, que nos deja leyendo "Meridiano de sangre", de Cormac MacArthy, como si quisiera avisarnos de lo que nos espera...

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