Cuando por la mañana terminamos de desayunar la dueña de los apartamentos y su padre, ya mayor, que nos ha servido el desayuno, nos despiden efusivamente, meneando la mano y todo, les faltaba un pañuelo blanco, (porque lagrimita creo que llevaban). Que son afables, estos griegos.
Platanos: por aquí ya hemos pasado? No! Es que una de cada cinco poblaciones se llama así. O Agios Nicolaos, que también hay a cientos.
Seguimos nuestro recorrido a la isla en el sentido de las agujas del reloj.
A la altura de Sitia ya hay hambre. Prudentes, aparcamos las motos más lejos de lo que nos gustaría y cuando elegimos restaurante: hop! nos indican como entrar con ellas hasta la mismísima puerta!!!!.
En un momentito la caché del restaurante sube en vertical atrayendo más clientes.
Llevamos en la isla un montón de rato y al tomar un desvío por pista éstas son las primeras ruinas que vemos. Yo, la verdad, pensaba que nos íbamos a encontrar algo como el famoso dosel con columnas rojas y alguna pintura de chicas con pelo rizado o delfines y me decepciono un poco.
Efectivamente: pedazo de ruinas! Pero yo seguía esperando encontrar por lo menos una figurita de esas con serpientes en las manos o algo.
Seguimos por la costa hacia el este.
Lo que brilla no es serpiente ni río: es carretera resbaladiza como la piel de un pez.
La idea es ir lo más pegados a la costa hasta que tengamos que cruzar la punta noreste de la isla hacia Zakros.
Por lo visto estos pickups y otros un poco más caseros eran los que poblaban las carreteras hace unos años. Los han sustituído otros nuevos, flamantes y debidos a unos créditos aún por pagar.
Desde Chiona se ven las islas Grandes - que se llaman así -..
Subiendo el puerto hacia Zakros el viento amenaza en cada curva.
En las laderas hay gente cogiendo uvas, miel de abejas de las alturas - a mi me recuerda a la de las abejas esquiadoras de Sierra Nevada, igualito -,
y también cabras triscando a lo suyo.
Esta ciudad dedicada a mi amiga.
Una de éstas le embistió un poco. En Marruecos nos pasaba que las gallinas se ponen a correr en la dirección que tenían cuando se asustaban, y en el Pirineo las vacas te miran indecisas y quietas, el comportamiento de las cabras no lo conocía.
Giorgio y Niko nos dan la bienvenida y nos dan acogen en el pueblecito de Zakros. Le comento que en cuanto estemos instalados le acerco el DNI. - No hace falta, - me comenta -, que esto no es América!! Por 10€ menos de los normal por ser temporada baja nos acomodamos en un coquetuelo apartamento.
Y al atardecer nos invitan a unas birras durante la cena mientras Hans El Alemán, el artista local se expresa...
Platanos: por aquí ya hemos pasado? No! Es que una de cada cinco poblaciones se llama así. O Agios Nicolaos, que también hay a cientos.
Seguimos nuestro recorrido a la isla en el sentido de las agujas del reloj.
A la altura de Sitia ya hay hambre. Prudentes, aparcamos las motos más lejos de lo que nos gustaría y cuando elegimos restaurante: hop! nos indican como entrar con ellas hasta la mismísima puerta!!!!.
En un momentito la caché del restaurante sube en vertical atrayendo más clientes.
Llevamos en la isla un montón de rato y al tomar un desvío por pista éstas son las primeras ruinas que vemos. Yo, la verdad, pensaba que nos íbamos a encontrar algo como el famoso dosel con columnas rojas y alguna pintura de chicas con pelo rizado o delfines y me decepciono un poco.
Efectivamente: pedazo de ruinas! Pero yo seguía esperando encontrar por lo menos una figurita de esas con serpientes en las manos o algo.
Viento fuerte en Paleokastro que agita los olivares. El pueblo tiene paredes encaladas y estrechas callejas. Encantador.
Seguimos por la costa hacia el este.
Lo que brilla no es serpiente ni río: es carretera resbaladiza como la piel de un pez.
La idea es ir lo más pegados a la costa hasta que tengamos que cruzar la punta noreste de la isla hacia Zakros.
Por lo visto estos pickups y otros un poco más caseros eran los que poblaban las carreteras hace unos años. Los han sustituído otros nuevos, flamantes y debidos a unos créditos aún por pagar.
Desde Chiona se ven las islas Grandes - que se llaman así -..
Subiendo el puerto hacia Zakros el viento amenaza en cada curva.
En las laderas hay gente cogiendo uvas, miel de abejas de las alturas - a mi me recuerda a la de las abejas esquiadoras de Sierra Nevada, igualito -,
y también cabras triscando a lo suyo.
Esta ciudad dedicada a mi amiga.
Alrededor de la pequeña bahía hace un viento de fenómenos y mientras hacíamos los posados casi nos despeñamos.
Una de éstas le embistió un poco. En Marruecos nos pasaba que las gallinas se ponen a correr en la dirección que tenían cuando se asustaban, y en el Pirineo las vacas te miran indecisas y quietas, el comportamiento de las cabras no lo conocía.
Me seco el pelo al estilo morabito, con ventilador natural de viento marino.
Giorgio y Niko nos dan la bienvenida y nos dan acogen en el pueblecito de Zakros. Le comento que en cuanto estemos instalados le acerco el DNI. - No hace falta, - me comenta -, que esto no es América!! Por 10€ menos de los normal por ser temporada baja nos acomodamos en un coquetuelo apartamento.
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