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16/10/13

Ait Leuh: El día del cordero

 Amanecemos con un gran desayuno esperándonos. Zumo de naranja, esos crepes especiales que hacen aquí para rellenar de miel o mermeladas, fruta y (para mí muchísimo, que tardo en despertarme) café. Vamos rumbo norte, dirección Azrou, pero sin ruta ni destino programados, a ver qué nos depara el día.

¿Te lo pides?

La única pega que pongo al camping holandés para motoristas es el gravillón de la entrada, donde vuelve a fallarme la técnica de acelerar a saco y de nuevo me hace shimmy la dirección. Esta vez con motivo. Que hay que aprender de los grandes!


Estamos a un pasito de las Gargantas de l'O-el-Abid. Estupenda rutilla para empezar el día entre bosques, curvillas y aromas.


Hay alguna forma mejor de empezar un día?

El precioso puerto acaba en una de esas carreteras que NO viene en el mapa. Me acuerdo de Robert Anton Wilson una vez más: "el mapa NO es el territorio". En esta tierra pasa mucho. A la derecha volvemos al punto de partida, a la izquierda, hacia Beni Mellal. Tiramos a siniestra, hacia la general.

Mientras deliberan los capitanes de ruta - que a estas alturas somos todos porque algunos ya están desaprendiendo a usar el GPS y gozar de las ventajas de esos papeles enormes con líneas dibujadas que se llaman mapas - una pequeña niñita se lleva una camiseta de regalo.

El firme bastante bueno, los árboles rodeándonos con sus aromas. Vigorizante mañana! No puedo dar crédito al buen tiempo que estamos teniendo. Ni una gota de agua en todo el tiempo que llevamos por aquí!



La  carretera marca la línea divisoria entre las montañas y una extensísima planicie, con el horizonte muy lejano.

Otra de las cosas en que ha ganado muchísimo esta tierra es en limpieza, ya no se ven esos campos que parecían plantados de bolsas de plástico que todo el que estuviera aquí antes de 2007 aprox. recuerda seguro. Todo limpito y ordenado.

Cuando descendemos el puerto... bueno es una de esas ocasiones...



Alcanzamos la llanura que hemos visto desde arriba.



Nuestro paso por la ciudad parece de ciencia ficción. No hay ni un alma, ni un comercio abierto, ni un bar para el café. Es fiesta y no una fiesta cualquiera, que mañana, como apuntó Bitel, es El Silencio de los Corderos!!


Escasa comida, y si no llega a ser por David, que se hace con una hogaza de pan, regalo de una buena mujer, me veo lamiendo el aceite de las sardinillas directamente de la lata.

El tubo de mortadela de pollo de color rojo fosforescente no tuvo mucho éxito entre los comensales.

Continuamos, pero ya dejando atrás la planicie.

Las fuentes de l'Oum-er-Rria. De muchos puntos de la ladera derecha de la montaña, al otro lado del río que corre en dirección contraria a nosotros, fluyen pequeños surtidores de agua que lo alimentan. Pero lo más bonito está al llegar:

Igual que en las cascadas de ayer, en la orilla del rio y por encima de ella hay chamizos que sirven de tiendas y para tomar algo. Pero hoy es fiesta y están desiertos. Ocupo uno.

Caudal brutal.




Contrastes en la educación. Mientras que en nuestra civilización hemos llegado al punto en que levantar la voz al propio vástago puede ser motivo de entrar en las listas de "Búsqueda y Captura", en el otro extremo, la ostia que se llevó la chiquilla por enredar mientras hablaban los adultos fué de las que hacen hombres. Aún me tiemblan las piernas. Eso sí, muy hospitalaria, ofreció un cachito del cordero - muy rico - que ya tenían preparado para la noche y que estaban limpiando en esos cubos del suelo.

- Pero envíamela, - me dice. Entonces hay un problema, porque dictárme su dirección de correo es imposible. Ella no sabe leer ni escribir. Su vecina de tenderete tampoco. Hace gesto de : "Ya lo tengo!" y rebusca, rebusca por los cajones del puestecillo hasta que encuentra el carnet de conducir de su marido -que es como los nuestros antiguos rosas plegados en tres. Obviamente ni sé cuál es el nombre, ni ná, y lo de escribir árabe de corrido ni te cuento. Con mi mejor intención, pero francamente... casi que se la llevo en mano en otro viaje.

No estamos quemando Marruecos, cada una de esas chimeneas exhala un estupendo aroma y hace ya rato que tomamos el frugal tentempié. Empiezo a salivar como los perros de Pavlov.

Según nos acercamos a la zona de Azrou por el sur, los bosques de cedros nos envuelven.

Hay hasta un campo de fútbol en medio de un paraje que nadie llamaría desértico.

Hoy no se puede elegir mucho el asentamiento. Al final acabamos en Ait Leuh en una casa para nosotros solos por 20€ la noche con deliciosa cena incluída. Un taghine de carne y otro de pollo que han traído desde el pueblo.

 Vale que sólo había un baño para todos, pero después de todo, quién quiere ducharse todos los días estando de aventura y mira qué adorno bereber tan bonito en la pared. Atención a los pequeños fez que coronan el marco:

Parking en el jardín interior, lleno de dondiegos y buganvillas. Me pillo semillas.

Además llegamos con luz suficiente para apretar los contactos, revisar fusibles y echar una miradilla por si hubiera algo patente que pudiéramos hacer para convencer a la Triumph de que debía seguir al lado de tanta BMW.

Atardecer más que bucólico.

Los gatitos que se acercaron a vernos dieron buena cuenta de esa mortadela que sobró a medio día. Debimos dejarles también un Almax, pero no caí en la cuenta. Sorry, cat!

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