Morabito está últimamente estudiando las guerras carlistas. Me enreda cuando me habla del Príncipe Lichnowski, con 23 años vino a combatir como brigadier en el bando del pretendiente. Para ver el escenario de una batalla en la que participó, hay que ir a Villar de los Navarros, donde se libró un 25 de agosto de 1837.
Ver Una batalla desde lo alto en un mapa más grande
Preparamos el viaje con Google Earth desde casa, intentando situar de la forma más precisa posible el lugar exacto donde ocurrió todo. A lo mejor encontramos una hebilla de cinturón antigua o algo!! (Ilusa de mí, pero sabe que si me dice esas cosas, me apunto seguro)
Por el camino, casi todo el rato recto y con un asfalto uniforme (uniformemente jodido), me amplía información histórica.
Al loro el estado de la carretera. Dónde está el presupuesto para esto???.
Entre campos de cereal y tierra roja nos acercamos al escenario. Estamos en una parte de Aragón muy despoblada y poco conocida..
La subida al santuario de la Virgen de Herrera, muy amable.
Desde lo alto se domina el este hasta el Moncayo, al norte el Pirineo y cerca la Virgen del águila. Al igual que hizo allí el vigilante, el de la Herrera también nos cuenta todo sobre el terreno. Me habla de los Aviones Roqueros, unos pájaros que no tocan esa noche ni ninguna, pero que si te quedas lo suficientemente quieto, pasan volando a 10 cms de tí.
Vista desde la cara norte. Entre Julián y el vigilante van nombrando todas las montañas. Recabamos también información sobre las pistas de la zona.
Confesiones inconfesables de H.R.G.
Antes de comenzar la batalla, Lichnowsky y el barón de los Valles hacen caracolear sus caballos frente a las líneas Cristinas. El enemigo acepta el reto y el chis chas de los aceros inicia el preludio de aquella sinfonía guerrera.
Terminada la escaramuza, las fuerzas contendientes se colocan alineadas, unas frente a otras, como en una parada.
Los jefes iban poniendo sus batallones como se ponen las piezas de ajedrez antes de comenzar la partida, sin prisa, ordenadamente.
Las fuerzas estaban equiparadas: unos ocho mil hombres de cada lado. Todo ello a menos de quinientos pasos, bajo un sol de agosto que destellaba en los cañones de los fusiles y en las cazoletas de los sables y que lucía con fuerza para que se pudieran ver los adversarios.
Cada bando oía las cornetas y las voces de mando de su enemigo. Podían contarse los batallones y hasta los soldados.
Terminados los preparativos, pasó algún tiempo sin que se oyera un tiro. El silencio estaba preñado de amenazas. Rahden dibujaba el plano del terreno, como de costumbre. Los ayudantes galopaban de un lado para otro. No parecía sino que los jefes de ambos bandos temiesen iniciar el combate o que no hubiera llegado el momento de arrojar el guante a la liza.
Los húsares cristinos. en cuyas filas está don Diego León, la primera lanza de España, salen al campo y chocan las armas.
De esta manera espectacular dió principio la batalla de Villar de los Navarros que terminó por una magnífica victoria carlista.
...Se tenían como satélites del astro de la Caballería, el príncipe Lichnowsky. Aquel puñado de bravos se busca, se agrupa en lo más recio del combate. El peligro les atrae, la muerte les llama. En aquella batalla había llegado otra vez su momento.
Villarreal se adelanta gritando:
—¡ Príncipe!
El príncipe le sigue y grita, a su vez:
—¡ Rahden!
Corre Rahden tras él y, como un eco, se van oyendo otros nombres:
—¡Bessiéres!, ¡Algarrén!, ¡Toledo!
A cada evocación surge un jinete con el sable en alto. El grupo avanza y decide la batalla
¡Ah!
La batalla de Villar de los Navarros fué la última batalla romántica con formaciones previas, elección de campo, toques de clarín, paladines y corceles, lanzas y gonfalones. Sólo faltaban las tribunas con damas enjubonadas, de capirotes puntiagudos y mangas de alforja.
Mi explorador de lujo (mi homenaje a los que se adentran solos en el peligro mientras ella espera donde aún se puede dar la vuelta)
...Bádenas, atentos a la dimensión de lo que queda del arco de la entrada principal original, sostenido por la única columna que quedaba en pie, junto a la antigua torre fortificada. Más tarde se construyó una iglesia más modesta dentro del espacio que ocupaba la destruída en la última guerra civil.
Un amable y simpático lugareño - pero de Córdoba - me pone al día del "excepcional y beningno" clima de esta zona. Y "del rayo que rompió por segunda vez la torre de la iglesia, que cayó sobre su casa", en cuyo banco estamos sentados.
Bibliografía:
Prólogo de José M. Azcona de la edición española de Lichnowsky. Recuerdos de la Guerra Carlista (1837–1839).
Las guerras carlistas. Antonio M. Moral Roncal.
Historia del carlismo. Roman Oyarzun.
Barón Guillermo von Rahden, Andanzas de un veterano de la guerra de España. (1833-1840)
Preparamos el viaje con Google Earth desde casa, intentando situar de la forma más precisa posible el lugar exacto donde ocurrió todo. A lo mejor encontramos una hebilla de cinturón antigua o algo!! (Ilusa de mí, pero sabe que si me dice esas cosas, me apunto seguro)
Entre campos de cereal y tierra roja nos acercamos al escenario. Estamos en una parte de Aragón muy despoblada y poco conocida..
La subida al santuario de la Virgen de Herrera, muy amable.
Al final lo subimos dos veces, porque después de la primera visita para observar el terreno desde arriba,volvimos para comer en la hospedería.
Arriba del todo hay una caseta de vigilancia, un restaurante y la iglesia.
Vista de la cara sur, justo allí abajo es donde pasó todo. Hay que imaginárselo como piececitas del estratego: (copiado de WIKIPEDIA que lo cuenta sintético y fenomenal )
- El general Buerens,... llegando el 23 de agosto a Herrera, de donde desalojó unos pocos carlistas que ocupaban la localidad. Pero muy pronto sus avanzadillas le notificaron que en Villar de los Navarros, situada a 5 kilómetros al Sureste, se encontraba acantonada una imponente fuerza enemiga. Era la Expedición Real. El jefe isabelino, en vez de iniciar una inmediata retirada a Cariñena, a 25 kilómetros de distancia, donde se habría podido fortificar si hubiese sido perseguido, pernoctó en Herrera y marchó al día siguiente a dar batalla a Villar de los Navarros. Los carlistas no salían de su asombro al ver cómo aquella exigua tropa marchaba hacia ellos en orden de batalla, atravesando los campos pedregosos de los barrancos "Cañada de Navarra" y "Cañada de la Cruz" que bajan de la sierra de Herrera desde el Oeste, por lo que tomaron posiciones como si fuesen a celebrar una fiesta. Ambas tropas quedaron finalmente separadas unos seiscientos pasos, contemplándose, midiéndose, esperando órdenes. Félix Lichnowsky y otro alto militar carlista llegaron a «...provocar a desafío a un escuadrón de húsares enemigos y a sus oficiales, cuerpo a cuerpo».38 Las tropas acabaron por chocar, siendo el resultado la mayor derrota que en toda la guerra sufrió el ejército isabelino. pero ¿por qué todo este lío?
Doblando la campanas, un tañido triste para una episodio de crueldad.
Otra guerra civil (1936-1939) arrasó el santuario.
Otra de esas muestras gore-religiosas que tanto me llaman la atención.
Estos "bichicos" los encontramos a cientos por las paredes del campanario, iban a dar luz por la noche pero fallecieron en el viaje.
Así con toda la información y localización adquirida, sólo nos quedaba rodar y ver "a ras de suelo" el escenario.
La bajada puede ser rápida, pero pensar que puede cruzar un animal cuando menos te lo pienses, te hace pensar que en el fondo, tenemos sentido común, (bueno por lo menos pensamos).
Villar de los Navarros, en el lugar de la batalla siguen pasando cosas
Ermita de Santa Bárbara, la de las tormentas, la de los mineros, la de la artillería...
Construcciones típicas de la región, paridera, torre Mudéjar y peirón.
Y son las torres las que delatan a los pueblos de lejos, uno tras otro. Nogueras, Santa Cruz de Nogueras...
Terminada la escaramuza, las fuerzas contendientes se colocan alineadas, unas frente a otras, como en una parada.
Las fuerzas estaban equiparadas: unos ocho mil hombres de cada lado. Todo ello a menos de quinientos pasos, bajo un sol de agosto que destellaba en los cañones de los fusiles y en las cazoletas de los sables y que lucía con fuerza para que se pudieran ver los adversarios.
Cada bando oía las cornetas y las voces de mando de su enemigo. Podían contarse los batallones y hasta los soldados.
Terminados los preparativos, pasó algún tiempo sin que se oyera un tiro. El silencio estaba preñado de amenazas. Rahden dibujaba el plano del terreno, como de costumbre. Los ayudantes galopaban de un lado para otro. No parecía sino que los jefes de ambos bandos temiesen iniciar el combate o que no hubiera llegado el momento de arrojar el guante a la liza.
De pronto el príncipe y el coronel Alvarez de Toledo hijo del duque del Infantado, provocan de nuevo a los cristinos cuerpo a cuerpo y lanzan adelante sus caballos, gritando:
—¡A ellos!, ¡a ellos!Los húsares cristinos. en cuyas filas está don Diego León, la primera lanza de España, salen al campo y chocan las armas.
De esta manera espectacular dió principio la batalla de Villar de los Navarros que terminó por una magnífica victoria carlista.
...Se tenían como satélites del astro de la Caballería, el príncipe Lichnowsky. Aquel puñado de bravos se busca, se agrupa en lo más recio del combate. El peligro les atrae, la muerte les llama. En aquella batalla había llegado otra vez su momento.
Villarreal se adelanta gritando:
—¡ Príncipe!
El príncipe le sigue y grita, a su vez:
—¡ Rahden!
Corre Rahden tras él y, como un eco, se van oyendo otros nombres:
—¡Bessiéres!, ¡Algarrén!, ¡Toledo!
A cada evocación surge un jinete con el sable en alto. El grupo avanza y decide la batalla
La batalla de Villar de los Navarros fué la última batalla romántica con formaciones previas, elección de campo, toques de clarín, paladines y corceles, lanzas y gonfalones. Sólo faltaban las tribunas con damas enjubonadas, de capirotes puntiagudos y mangas de alforja.
Antes de abandonar el terreno definitivamente, nos metemos por una pista para comprobar que es verdad que las últimas lluvias las han dejado poco practicables. Las ruedas mixtas que calzamos nos limitan como siempre.
Mi explorador de lujo (mi homenaje a los que se adentran solos en el peligro mientras ella espera donde aún se puede dar la vuelta)
...Bádenas, atentos a la dimensión de lo que queda del arco de la entrada principal original, sostenido por la única columna que quedaba en pie, junto a la antigua torre fortificada. Más tarde se construyó una iglesia más modesta dentro del espacio que ocupaba la destruída en la última guerra civil.
Un amable y simpático lugareño - pero de Córdoba - me pone al día del "excepcional y beningno" clima de esta zona. Y "del rayo que rompió por segunda vez la torre de la iglesia, que cayó sobre su casa", en cuyo banco estamos sentados.
...Cucalón, tambien su iglesia tiene la torre partida. ¿otro rayo?.
Ermita de Santa Ana, te la encuentras enmedio de la carretera.
...Ferreruela...
Pero la mejor historia es la de la paz. Pronto vendrá el invierno que helará estas tierras y sus historias olvidadas.
Bibliografía:
Prólogo de José M. Azcona de la edición española de Lichnowsky. Recuerdos de la Guerra Carlista (1837–1839).
Las guerras carlistas. Antonio M. Moral Roncal.
Historia del carlismo. Roman Oyarzun.
Barón Guillermo von Rahden, Andanzas de un veterano de la guerra de España. (1833-1840)
4 comentarios:
He llegado a este blog de rebote y, la verdad, me ha encantado la entrada. Espero que no te importe que te incluya en mi blogroll de motos.
Pues claro, siéntete libre, muchas gracias por el elogio. He visto que además, no sería raro que coincidiéramos rodando!!
Chafardeado! dejo constancia jejeje.Bonita cronica muy ilustrativa dejo ese viaje en favoritos.
Saludos Vsssss.
Al parecer la expresión "Que te parta un rayo" procede de los campanarios de la zona...
Muy buen paseo, narración y fotos.
Vsss
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