Siguiendo la costa en el sentido de las agujas del reloj, decidimos avanzar hacia la vertical de Chania con el propósito de ir haciéndonos a la idea de la vuelta y de cumplir la promesa que hicimos en Albania. Como es propio de la isla, 5 kms. hacia el interior y subimos miles de metros sobre el mar.
Por supuesto, con los magníficos puertos que eso implica. Si además el firme proporcionara algo de agarre a las ruedas sería perfecto.
El aire soplando racheado al cambiar de vertiente nos recuerda al cierzo y nos hace sentir como en casa :P
El panzer de morabito con configuración isleña.
Olivos como los de Jaén, como los de Evaristo Guerra. No escatiman en aceite al aliñar la ensalada.
Y siempre cruzando pequeñas aldeas y ruinas...muchas ruinas. Igual que en casa, los carteles marrones las indican.
Lógico cuando estás en una isla: al final, en cualquier dirección hay mar.
Comemos estupendamente en Mires, y de nuevo un camarero nos invita a otra cerveza que noto cuando nos volvemos a poner en camino.
En estos paisajes hay que retreparse para sacar la perspectiva, y aún así no consigues captar toda la amplitud.
Ayer era día de gargantas, y hoy pasamos por el fondo de una muy amplia...
Las motos que se encuentran en la isla son sobre todo Transalps, alguna Tiger, VStrom, y muchas de trail de 250 y 300cc. que también se alquilan. También vimos una Harley y si, se le veía muy libre, aunque un poco jodido cuando llegaron las curvas y los baches.
Se vislumbra Plakias. Cruzamos el pueblo en misión de reconocimiento y nos agenciamos un muy asequible apartamentillo con vistas al mar y a las motos - que en una isla es muy difícil escapar! -. Dejamos petates y cascos.
Lugar mucho más turístico que los días anteriores nos damos una vuelta. Pues eso, haciendo el ganso. El bulbo que aparece a mi lado es autóctono de la isla y está un poco protegido.
Me entretuve en dar de comer pan a los peces. Y el camarero del bar colindante al que estaba morabito sentado nos ofreció un chupito, lo que a estas alturas se empezaba a convertir en costumbre.
Vistas a nuestras motos desde la habitación...
Y el otro lado de la bahía, que como los brazos de un croissant nos envolvía.
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